“The U.S. has made 38M US dollars
in condolescence payments”
New York Times
Mi bala
te mató, niño iraquí,
camino a la escuela,
porque mi soldado
creyó que tus libros,
en su maleta de colores,
eran una bomba.
Mi bala,
pescador del Eufrates,
te mató, mientras alzabas
la caña y tu presa,
un pez, para colmar tu hambre,
en señal de paz
y mi soldado no pudo
entender tu lenguaje.
Mi bala,
madre,
te asesinó sin razón
cuando en un taxi
te dirigías a casa,
porque eres madre
y te esperaban
para que hagas en el hogar
todo lo que haces.
Mi bala
acribilló tu boda,
muchacha o mancebo,
porque alguien la festejó
con la costumbre centenaria
de un tiro al aire
y la vida de los novios,
sus padres y cortejo
se unieron con la muerte,
bajo el sol y las estrellas,
por su romántica amenaza.
Gentilmente,
a los escombros muertos o de rodilla,
a los familiares del niño,
a los del pescador del Eufrates,
a los de la madre, de los novios,
mi gobierno
les abonará el duelo, la pena
por estas cenizas ásperas,
con mis impuestos, de rito,
que también pagan la bala,
(“condolescence payments”
pagos por el pésame, les llaman,
a ese engaño indolente de monedas).
Si, mi gobierno, en verdad,
pagase “condolesence payments”,
por cada una de las lágrimas,
los pésames,
que causó mi bala,
acaso se quede sin dinero
para seguir matando...
No hablo de cuervos ni caballos.
Hablo de mi bala
y del perdón que no se compra.
Hablo de mi bala.
Washington D.C. 2007
Luis Alberto Ambroggio
Argentina (reside en estados Unidos)
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