martes, 13 de enero de 2009

Censura, consenso, crímenes de guerra

Amigos, Les envío esta nota con mi posición y mi estado de ánimo frente a este conflicto presentado desde aquí como "justo y justificado". Andrés


Censura: En el estado de Israel lo único que saben sus habitantes es lo que informa el vocero del ejército, y los múltiples comentaristas (ex generales, periodistas "bien informados", políticos de la derecha, "personalidades"), según los criterios de la rígida censura militar que no permite el ingreso del periodismo a la franja de Gaza. Así como la mentira tiene patas cortas, igualmente la censura (que rige para aquellos que disfrutan de los bombardeos a la población civil, o ver las caras de los niños asesinados por los crímenes de la aviación israelí y la contemplación del horror, las penurias y la sangre del pueblo palestino), la censura, repìto, obra para los que la admiten con infinito regocijo. Pero todos aquellos que no aceptamos la dictadura censora, buscamos la verdad y la realidad en el resto de canales y diarios de todo el mundo, que no tienen ningún lazo con la desinformación y la rígida censura militar. De todos modos, cabe resaltar las posiciones de la mayor parte de los periodistas del cotidiano israelí Haaretz, que informan y denuncian los crímenes de guerra de la aviación y las tropas de tierra
Consenso: La mayor parte del pueblo israelí, incluidos sus políticos de "izquierda" e intelectuales y escritores, hipócratas de la paz, y la conversión del movimiento PAZ AHORA en su antónimo, GUERRA AHORA, conforman el llamado consenso, es decir, en entusiastas partidarios de la guerra, que en realidad implica el exterminio de los habitantes de Gaza, basados en cinco o seis muletillas que repiten, se corean y se remachan hasta el hartazgo... El derecho de un pueblo a su autodeterminación nacional, a quien se aplica metódicamente una política de castigos colectivos desde marzo de 2006 (cuando asume el gobierno del ladrón estafador Olmert), no se menciona. Para el israelí del consenso, sólo cuentan las raquetas caseras que son incapaces de constituir un ataque serio, que sólo provocan daños materiales y casi ninguna muerte a lo largo de los ocho años de ataques. Que además, el Hamás sólo figura en primera plana desde marzo de 2006... Y otros lugares comunes que reemplazan la posibilidad de un mínimo acuerdo político del cese del fuego entre ambas partes.
Los que no nos conformamos con la censura y no somos parte del consenso, los que denunciamos los crímenes de guerra de este país, somos tratados como traidores, se nos insulta, se nos ataca, se nos humilla, se nos amenaza... Por correo o por teléfono, en la calle, en los actos de protesta... Esta es "la única democracia del Medio Oriente" según los que conforman la opinión pública de sus habitantes...
Criminales de guerra, crímenes de guerra: No hay otra calificación para los que tomaron la decisión de bombardear a la población civil de la franja de Gaza, para los pilotos que apretan los botones lanza bombas de los F−16, de los helicópteros, y de los tanques y morteros que bombardean edificios, escuelas, mezquitas. Los soldados que asesinan a civiles están cometiendo horrorosos crímenes de guerra. En su momento, deberán de dar cuenta de esos actos los instigadores, los que ordenaron esos crímenes y los ejecutores.
Como ciudadano de este país no me escudo en la censura, no formo parte del consenso y denuncio los crímenes de guerra contra la población civil en la franja de Gaza.
Andrés Aldao, 11 de enero, 2009
Como suplemento a esta carta abierta, reproduzco la nota de Manuel Vicent aparecida hoy en El País de Madrid, titulada El Odio:

EL ODIO
MANUEL VICENT11/01/2009

Cuando termine la matanza actual, el odio sucio que quede en el aire será el arma de más largo alcance en esta guerra perpetua entre Israel y Palestina. El tiempo no cuenta. Tarde o temprano estos niños de Gaza destrozados en las escuelas, los heridos rematados por bombas de racimo en los propios hospitales, las casas y mezquitas destruidas con decenas de muertos cada día fermentando bajo los cascotes, trabajo ejecutado a la perfección por el ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, no harán sino ahondar el pozo negro en el que se van a sepultar todos, las víctimas y los verdugos, los vencedores y los vencidos. Para saber lo vulnerable que se siente Israel, no hay más que ver con qué extrema saña, pareja a la agonía, ataca a un pueblo hacinado en la miseria, desesperado y prácticamente indefenso. Convertido en una maquinaria de guerra, con la precisión de una garra de tigre, el ejército hebreo responde a las estúpidas provocaciones de los fanáticos de Hamás con una demoledora lluvia de acero sobre Gaza para cobrarse los cadáveres al ciento por uno, que es el rédito prometido por Yavhé a los suyos. Pero no se trata de ningún triunfo. De hecho, la inseguridad radical del estado de Israel es también nuestro propio riesgo, no exento de culpa. Como el odio de los humillados es el arma de más largo alcance, cualquiera de nosotros un día puede saltar por los aires mientras esté comiendo chuletas en un asador de Madrid o tomando una copa en un café de París o de Nueva York. Si se dejan a un lado las disquisiciones de los analistas acerca de este conflicto enquistado, lo cierto es que uno no podría vivir hoy con una mínima dignidad si no denunciara este exterminio perpetrado por los israelíes contra el pueblo palestino, aunque solo sea para no despreciarse ante el espejo al afeitarse. A cualquier cataclismo de la naturaleza le sigue el silencio de Dios, que nunca reivindica a miles de muertos. Ningún creyente se escandaliza. Pero la matanza indiscriminada que Israel impone a la población civil de Gaza es una catástrofe moral y callar, escurrir el bulto, buscar motivos para justificarla no deja de ser una bajeza. Por otra parte, Israel nunca podrá vencer con las armas. Sólo la paz duradera será su gran victoria.

Andrés Aldao
soy la sombra envejecida
de aquel pibe retraído

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